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La concha se quedó triste en el fondo
del mar. Una caracola que había por allí
se acercó y le preguntó por qué lloraba.
La concha le dijo que no podía
escuchar el mar y la caracola se rió y rió.
-Claro que puedes, oyes las olas
y oyes la arena arrastrándose por el fondo
y las burbujas, solo has de prestar atención.
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